Zeñor Goblin en garrapto saltarín

A la vuelta de verano tengo previsto comenzar a pintar los 40 jinetes de garrapato que tengo pendientes para mi horda goblin. Para hacerme una idea de cómo quedaría simulando que llevan las armaduras pintadas, decidí que lo mejor que podía hacer, era una prueba. Aprovechando que las ganas de ponerse a pintar con el calor que hace van muy justitas, decidí hacerlo con una única miniatura, por eso elegí la del jefe montado en garrapato gigante. Ahí haría la prueba y si me convencía el resultado, pasaría a pintarlos en masa llegado el momento.

El resultado es similar al del héroe goblin que os enseñé con anterioridad, armadura en la que predominan los colores principales de mi ejército, por coherencia y dado que las monturas garrapatos van a ir en la misma gama de colores que los garrapatos mordedores que ya he pintado, desde un color carne al rojo, en estas armaduras voy a tratar de usar lo menos posible ese color. Seguramente sólo lo use en cascos, alguna pequeña protección o puede que para decorar lanzas. Primarán por tanto el azul y el amarillo, con algunos pequeños toques de bronce o estaño. Visualmente creo que complementan bastante bien con el rojo predominante de la montura.

“Zaltapincho trataba de mantener lo más apaciguado posible a su garrapato saltarín, tiraba con fuerza del aro que tenía en la nariz, echándole hacia atrás todo lo que podía la cara. Los ojos de la enloquecida bestia le miraban llenos de un odio sin fin, nada había menos que le gustase que haber acabado sirviendo de montura a un pequeño ser pielverde. Él era una criatura que había nacido para ser libre, correr, saltar y brincar de aquí para allá, siguiendo únicamente los dictados de su impulso, no para estar sometido a los caprichos de nadie".

"El jinete era consciente de ese odio atroz que su montura irradiaba, por eso mismo sabía que no podía aflojar la presa, incluso cuando podía, tironeaba con más fuerza de la argolla de la nariz. En el momento que aflojase el agarre, sabía que la montura saldría disparada realizando las acrobacias más alocadas que supiera, saltando de aquí para allá, tratando de derribarle para luego darse un banquete con él. Llegado ese momento, lo único que podía tratar de hacer, era continuar agarrado a la montura, al tiempo que empuñaba su lanza y a base de talonazos en los flancos de la montura, dirigirla hacia las filas del enemigo, donde poder dar rienda suelta a todo ese odio, esperando que aquel combate lograse saciar su sed de venganza. Puede que entonces y sólo entonces, con la bestia más calmada, después de la masacre y con la tripa llena con la carne de los caídos, comenzase a aceptar que no era mala cosa aquello de ser dirigida a la batalla. Pero Zaltapincho no se engañaba, si no lograba lanzar al combate a su montura, ella no dejaría de exigir cobrarse su venganza con lo que tuviera más a mano, en ese caso, él y sus jinetes.

Con el rabillo del ojo, pudo comprobar como sus hombres trataban de mantener a sus monturas a raya, aunque no eran tan grandes, ni formidables como la suya, no dejaban de ser peligrosas. Un bosque de lanzas se alzaban a su espalda, pues habían reunido a todos los escuadrones de lanceros de jinete que había podido localizar. Una carga como la suya, sería demoledora…

En la lejanía sonaron los cuernos de guerra llamando al combate, con una señal, pidió a Gozbal, su encargado de impartir órdenes, que hiciera sonar el cuerno. Cuando las primeras notas quejumbrosas comenzaron a sonar, Zaltapincho encajó con firmeza la lanza entre su brazo y su costado, al tiempo que soltaba la argolla de la nariz, agarró con fuerza la piel del garrapato con ambas fuerzas y se encomendó a la Luna Malvada, deseando poder aguantar la furia de la bestia y lograr llegar al combate”.

Buena caza y largas lunas.